(FIC) Love from the Ocean *Parte 1*

Hace tiempo salió este bonito Fanart dibujado por Reneeta♥ Y a pesar de haberme demorado no podía quedarme sin escribir algo al respecto :) Volveré prontito con la 2da parte~~
Espero les guste :D No olviden dejar sus lindos coments! He quitado el código que había que poner para poder publicar (no sabía que estaba allí D:) Así que espero facilitarlas un poco para que puedan comentar *3*

Este Two-shot se lo dedico a Shiie♥ ^^

Título: Love from the Ocean
Autora: Axy
Parejas: YooSu
Género: Fantasía, Romance
Advertencia: NC-17/LEMON


Parte 1:

Varias décadas atrás, en aquellas épocas en que los viajes se hacían por barcos y las avionetas recién eran un invento de los últimos tiempos, una acomodada familia oriental llegó a las costas de Inglaterra, buscando una mejor vida.

Con el paso de los años se ganaron un pequeño espacio entre las familias Inglesas, considerándose una más en el montón. El padre trabajaba arduamente, observando junto a su esposa el crecimiento de sus 2 hijos, educándoles para que en un futuro se desempeñen a su lado.

La familia Park había encontrado un lugar en el que podían ser felices.

***

Dieciocho años habían pasado, y el cumpleaños número 23 del hijo mayor se había festejado hace unas semanas.

Ya no era aquel niño pequeño de gesto juguetón y travieso. Se había convertido en un joven muy atractivo, de facciones marcadas y una mirada profunda como el cielo a medianoche. Su piel color arena blanca le distinguía un poco entre el resto, haciendo contraste con ese cabello negro que casi siempre llevaba amarrado desordenadamente.

Trabajaba junto con su padre en uno de los varios barcos pesqueros que navegaban las costas en busca de especies para ofrecer en los mercados. Pero en los últimos días, los pescadores redujeron sus números en cuanto a cazar peces, ya que un rumor se había extendido desde las costas rusas, viajando entre países hasta llegar a los propios oídos de su padre.

Se encontraban en una época muy crédula en cuanto a criaturas fantásticas y relatos míticos, nunca faltaba quien diera precauciones por los monstruos marinos o encontrara “supuestos” huevos de dragón enterrados entre las rocas de los peñascos. Y aquel rumor había atraído hasta al más reacio a subir a un bote, acrecentando la curiosidad no solo de pescadores, sino del pueblo entero.

“Una sirena viajaba sin rumbo por las costas europeas”

~~~~~~

Eran las 3 de la mañana de aquel día crucial en el cual se había estimado que la sirena estaría arribando a mares Ingleses.

Los espectadores se habían preparado con largavistas, lámparas y los más ambiciosos cargaban redes también.

-Padre, ¿por qué has traído los arpones?- preguntó el hijo mayor algo espantado al ver aquellas armas de punta filosa.

-No podemos perder la oportunidad si se nos presenta, hijo- respondió sonriente, entregándole más redes para que las lleve a cubierta.

-Pero las sirenas son leyendas, ¡y tú lo sabes! ¿Y si es simplemente un pez de gran tamaño?- hablaba mientras seguía a paso rápido a su padre, quien preparaba todo para un día de caza.

-Entonces con más razón debemos atraparlo. ¿Sabes cuánto pagarían por él en el mercado?-

-Creo que deberi-

-Yoochun…- el señor Park se detuvo y volteó para sujetarlo del hombro -…hijo, voy a atraparlo quieras o no. Lo haré así sea una hermosa sirena, o un pez gordo y grande. Y tú me ayudarás, ¿quedó claro?- estableció, enterrando su mirada poderosa en los ojos de su hijo mayor.

El más joven no podía desobedecer los mandatos de su padre, pero era injusto para aquel animal morir en aguas ajenas… así fuera una criatura fantástica, debería tener derecho de vivir.

-…No, padre…- respondió en voz firme, quitando de su hombro la mano de su progenitor.

-¡Park Yoochun!- lo reprendió, batallando con la mirada retadora de su hijo.

-No pienso ser participe en la muerte de una criatura indefensa e inocente- sentenció sin más y tiró las redes que llevaba en mano. Dio media vuelta y abandonó el barco antes que zarpara.

~~~~~~

-Yoochun, ¿no estabas con tu padre?- preguntó la Sra. Park al verlo entrar por la puerta falsa a la cocina, sorprendiéndolo, ya que el no esperaba encontrarla.

-…No…yo decidí irme- dijo cabizbajo, sentándose en una banquilla que había cerca a la mesa.

-¿Es porque planea atrapar a esa criatura de los rumores?- se sentó al lado de su hijo, tomándole las manos.

-Si… no estoy de acuerdo con él. Y lo he desobedecido-

La Sra. Park lo tomó de las mejillas y le regaló una hermosa sonrisa.

-Tu corazón es el que te ha guiado a hacer lo correcto, hijito mío. No me importa lo que diga tu padre; si viene enojado estaré de tu lado para callarlo- besó la frente del pelinegro y devolvió su atención al desayuno que preparaba –te he criado bien, y sé que siempre tomarás decisiones que te harán feliz- agregó aún sonriente.

-Gracias madre- dijo bajito, abrazándola antes de retirarse.

***

Estuvo todo el día encerrado en su habitación, haciendo dibujos y bocetos que aquel ser maravilloso que hasta a él le había causado ilusión. Trazaba con el carboncillo un esbelto cuerpo de doncella, con largos y ondulados cabellos que llegaban hasta la cintura, allí mismo donde la apariencia humana se transformaba en una cola de pez.

-Espero no te hayas acercado a los barcos- habló con el dibujo, dejándolo a un lado de su cama para sentarse cerca a la ventana.

Desde allí podía ver que el sol ya se había ocultado, el cielo estaba pintado con matices anaranjados que de a pocos se volvían tonos violeta, para dar paso al azul del anochecer.

La costa se encontraba ahora tranquila, de las decenas de barcos y botes solo quedaban un par, al parecer el rumor había sido solo eso… un cuento para emocionar a los pescadores…

Sonrió aliviado, recostándose en la cama con los brazos sobre la cabeza.

-¿Yoochun?- oyó la voz de su hermano al otro lado de la puerta, antes de verla abrirse.

-¿Que ocurre Yoohwan?- preguntó al verle con el gesto preocupado.

-Nuestro padre quiere verte- dijo sin más y esperó al mayor para bajar juntos.

~~~~~~

-Dejarás de trabajar conmigo- estableció ante el asombro de todos los miembros de la familia –tu actitud del día de hoy me ha dejado más que claro que te importa poco el bienestar de la familia y solo planeas cumplir tus propios caprichos-

-Cariño, estas siendo muy radical- interrumpió su esposa –es la primera vez que Yoochunnie se rehúsa a hacer algo por ti, el es un muchacho justo, eso es todo-

-Gracias madre- el pelinegro la detuvo, poniéndose de pie –pero mi padre tiene algo de razón. Me disculpo por mi desobediencia. Mañana trabajaré arduamente para demostrarte que merezco seguir en mi puesto- dijo y sin importarle la respuesta de su padre salió de la casa.

Simple y llanamente no tenía ganas de discutir, no tenía ganas de nada. La vida de por sí ya se le hacía muy rutinaria, todos los días en el barco pesquero, escuchando las falacias de las que todo el pueblo hablaba. Y a pesar de haberse opuesto rotundamente a creer en aquel rumor, no puede negar que fue algo diferente para su día a día.

Caminó hasta llegar a la orilla del mar, en esa pequeña playa que conoce desde el primer día que pisó tierras inglesas, dejó sus zapatos para poder sentir la humedad en sus pies y se dedicó a pasear sin rumbo, solo sintiendo la brisa marina en su rostro y las olas rompiendo contra sus pantorrillas.

Los minutos pasaban rápidamente, pero al pelinegro no le importaba amanecerse junto al mar; amaba estar así, era miles de veces mejor que estar en un barco.

Oyó entonces un jadeo adolorido cuando llegaba a las rocas de un peñasco cercano, caminó con cuidado, inspeccionando con sus ojos entre la oscuridad que solo era iluminada por la luna. Aquel ruido se repitió, guiándolo entre las piedras.

-¿Hay alguien allí?- preguntó al aire, tratando de ubicar al dueño de aquellas quejas.

-Vete- volteó al instante para encontrar el reflejo de unos ojos color caramelo. Saltó unas cuantas rocas y llegó a donde se encontraba el chico, atrapado en una red de pesca.

-¿Que te pasó?- apenas podía ver sus facciones por la oscuridad, solo distinguía claramente sus ojos y los finos hilos de la red que brillaban a pesar de la escaza luz.

-¡Vete!- chilló esta vez.

-No me iré. Voy a ayudarte- se agachó lo suficientemente cerca como para pasar su brazo tras la espalda del muchacho, tanteó con la otra mano la ubicación de sus piernas, pero las redes se lo impedían. Como pudo logró levantarlo y moverlo a un lugar más iluminado.

-…Que demonios…- balbuceó sin pensar cuando su mirada cayó en aquella extremidad escamosa que resplandeció con la luz de la luna.

-Te dije que te fueras, humano terco- se quejó intentando quitarse las redes de encima.

Yoochun no dijo nada, sacó de su bolsillo una navaja y ayudó a la criatura a escapar de las sogas que lo mantenían aprisionado.

Hasta que pudo verlo completamente y con claridad. Era muy hermoso… tenía el cabello color azul turquesa que caía desordenado sobre su frente, unos preciosos ojos caramelo que resplandecían con la poca luz y una boca tan rosada como el más fino coral. Llevaba el torso desnudo y bajo sus caderas estaba esa cola que tanto atrajo su atención, larga y con escamas en tonos cobalto y ultramar, haciendo juego con su cabello.

-¿Eres… una sirena?- preguntó aún demasiado sorprendido como para poder irse sin más.

-¿Por qué los humanos creen que solo hay doncellas con cola en el mar? ¿Parezco una doncella?- respondió con más preguntas al cuestionamiento del “humano”. Incómodo, el peliazul trató de moverse para volver al mar, pero solo pudo soltar un gemido de dolor que alertó al mayor.

-Quédate quieto… déjame ver que tienes- dijo acomodándose al lado del sireno para inspeccionarle el cuerpo. Tenía una herida en la espalda, como si hubiera sido víctima de un ataque.

En ese momento las cosas hilaron en el subconsciente del pelinegro. Era él… ese sireno hermoso que tenía en frente era el del rumor… era real y estaba vivo.

-Solo regrésame al mar- pidió en un jadeo.

-No, estás herido… voy a curarte y luego te regresaré al mar- respondió acomodando al menor en su pecho, alzándolo entre sus brazos para llevarlo a casa.

El de ojos caramelo quiso quejarse nuevamente, no estaba bien hacer contacto con los humanos… pero algo había saltado en su interior cuando encontró con su mirada esas orbes tan oscuras como el fondo marino y por más que luchara contra su propio cuerpo, la calidez del pecho de quien lo cargaba era tan reconfortante que se quedó dormido por culpa de la debilidad que traía encima.

~~~~~~

Se aseguró de que nadie lo viera y entró con cuidado por la puerta falsa de la casa, sacó unos manteles de las gavetas de la cocina y cubrió al peliazul con prisa. Lo llevó hasta su habitación y lo recostó en la cama.

-Despierta…- susurró empujándole un poco.

Pero no hubo respuesta. El sireno yacía inconsciente sobre el colchón; Yoochun comenzó a alterarse, le buscó el pulso y midió su temperatura para descubrir que tenía fiebre.

-Maldición, ¿qué hago ahora?- balbuceó entre dientes mientras tanteaba con su mano la herida en la espalda del menor. Por la posición en la que estaba, ambos rostros quedaron a escasos centímetros de distancia.

Los ojos del pelinegro se detuvieron un momento en los labios resecos del sireno; y no solo su boca estaba así, la inicialmente tersa piel de su rostro se había vuelto arenosa a la vista.

-¡Agua!- dijo entonces y mientras cargaba de nuevo al peliazul se pateó mentalmente por no haber pensado en algo tan obvio en un principio.

Lo llevó al baño de su habitación y quitándole las mantas de encima, lo recostó en la bañera para poder abrir la llave del agua. Al instante las escamas de su cola resplandecieron de nuevo y a medida que el líquido transparente continuaba cubriendo su cuerpo el color y la textura de la piel se normalizaba.

El mayor suspiró aliviado y recogió los manteles manchados para llevarlos a lavar. Salió del cuarto de baño y se dispuso a traer medicinas e ungüentos para curar la herida del pequeño sireno. No sin antes haber cerrado la puerta con la única llave que el tiene.

~~~~~~

Abrió los ojos lentamente, acostumbrando su mirada a la luz del exterior; se asustó un poco al encontrarse en aquel lugar pequeño de cuatro paredes y recordó lo ocurrido.

Logró sentarse en la bañera, quejándose ante el dolor de aquella profunda herida en su espalda. Estaba rodeado de agua tibia y reconfortante, su piel se había mantenido hidratada y su cola resplandecía como siempre. Miró a su alrededor buscando al chico de mirada hipnotizarte, pero no lo encontró… al parecer estaba encerrado él solo.

Sintió un mareo y volvió a recostarse; el cansancio había llegado a su límite, después de haber estado nadando sin rumbo por semanas, casi sin descanso, huyendo de los barcos pesqueros y sus armas letales.

Y luego de pensar en eso, por un momento se sintió feliz. De no ser por aquel chico que lo salvó, quizás aún seguiría atrapado en esas redes, o peor. Ahora estaba allí, al cuidado de un humano bondadoso, descansando en un lugar seguro, respirando tranquilo una vez más; a pesar de saber que el contacto con los seres de la superficie era un taboo potencialmente mortal.

Las únicas historias que se conocían acerca de sirenas y humanos eran difundidas por lo bajo, como si se tratara de un intercambio ilegal de palabras; y cada uno de esos relatos terminaba en la muerte inminente de la criatura marina.

~~~~~~

-¿Yoochun? ¡Hijo! Son las 2 de la mañana, ¿donde estuviste?- la madre del pelinegro se había despertado tras oír unos ruidos, encontrándose con su hijo subiendo las escaleras a su habitación.

-Caminando por la playa- respondió apenas, recibiendo esos brazos que lo arropan.

-¿Hasta estas horas? Estaba preocupada- dice enmarcándole el rostro para mostrarle una sonrisa de alivio.

-Lo siento…-

-Está bien, has vuelto y eso es lo que importa. Te acompañaré a tu habitación- sonríe y toma a su hijo del brazo.

Yoochun se altera y no sabe qué hacer, no puede llevar a su madre al cuarto sabiendo que podría descubrir al sireno allí.

-Madre, ¿tienes ungüento para las heridas?- pregunta entonces.

-Si… ¿te has hecho daño?- habla mientras va guiando al menor a una estantería en el pasillo.

-Solo un pequeño rasguño en el pie, como iba descalzo pisé una caracola que estaba rota- sonríe suavemente y recibe el pomo que le es entregado –No te preocupes por mí, ve a dormir por favor. Buenas noches- se despidió y dirigió sus pasos a la habitación.

Cerró con llave la puerta y abrió el baño.

-Ahí estas…- la melodiosa voz del peliazul se paseo seductoramente hasta llegar a sus oídos, estremeciéndole de pies a cabeza.

-Por fin despertaste, estaba preocupa-

-No estreches vínculos conmigo, humano- la penetrante mirada caramelo se clavó en los ojos del pelinegro, mandándole callar.

-Pero…- balbuceó acercándose lo suficiente como para poder examinarlo con la vista.

-Sé que me rescataste porque estoy herido, y te agradezco; pero no pertenezco aquí, así que deja tus preocupaciones y libérame en el mar- sentenció velozmente, cruzándose de brazos.

-…Esta bien… pero déjame curarte primero- habló manteniendo la calma, arrodillándose al lado de la bañera para tener un mejor acceso al cuerpo del peliazul –date vuelta- pidió destapando el medicamento.

El sireno frunció el ceño, no le gustaba obedecer órdenes de quien no conoce… Pero aquel chico le daba una sensación diferente. Era la primera vez en años que alguien se preocupaba por él, pero su héroe era un humano. Un despreciable ser que podría llegar a matarlo.

Dio un brinco al sentir el dedo del pelinegro frotando sobre la herida.

-¡Ten cuidado, humano idiota!- chilló adolorido, fulminando con la mirada al mayor.

-¿Podrías dejar de llamarme humano? Mi nombre es Yoochun- se quejó sin más y continuó limpiando aquella abertura que poco a poco dejaba de sangrar.

-No mereces mi respeto, así que te llamaré como me dé la gana- bufó el peliazul cruzándose de brazos.

-Eres un sireno amargado y terco… ¿te lo han dicho?- preguntó con el ceño fruncido.

-¡¿Y qué esperas?! ¿Que sea bueno y te trate bien luego de todo el daño que le han hecho a mi especie? ¡En ustedes no se puede confiar! Solo porque tienen habilidad para movilizarse sobre la tierra se creen superiores…- explicó enojado, dejando relativamente confundido a Yoochun.

-¿Daño? ¿De qué hablas?- continuó con sus interrogantes sin despejar la vista del ungüento que comienza a cubrir la herida.

-Sí, claro. ¡Hazte el tonto que te queda perfecto! ¿De dónde crees que han salido esas figuras que cuelgan majestuosas en las proas de sus barcos?-

-Estás hablando cosas sin sentido… Esas esculturas son de madera- refutó deteniendo sus acciones para poder mirar al de ojos caramelo.

-…Eso te han hecho creer- apenas respondió con un hilo de voz, decepcionado ante la cruel realidad de los de su especie.

-Las sirenas no exis…- comenzó a decir, deteniéndose ante la sonrisa irónica que se plasmó en el hermoso rostro del sireno.

-¿No?- preguntó, levantando su cola para mostrarla resplandeciente.

El pelinegro se mordió la lengua ante su falta de tacto. No sabía cómo disculparse… No era cosa de todos los días descubrir a una sirena (en este caso “sireno”) a las orillas del mar, y cambiarle el sentido a todas las historias que acapararon su infancia donde aquellas criaturas solo eran falacias.

-Regrésame al mar, humano “Yoochun”- pidió una vez más, bajando la vista con el semblante entristecido.

-Lo siento… Ya curé tu herida- apenas balbuceo el mayor, poniéndose de pie sin despegarle la mirada.

-Sabes, es natural que los humanos se sientan atraídos físicamente a nosotros… Eso es lo único que sientes, atracción física y deseo carnal; así que deja de mirarme, porque no te daré nada- resopló cruzándose de brazos mientras se acomoda mejor en la bañera.

La vergüenza subió al rostro del mayor al oír “deseo carnal”; en ningún momento se había planteado aquello, y tampoco había planeado hacerlo (instintivamente lo pensó al ser mencionado... aunque en su pensamiento el sireno tenía piernas)

-¡En ningún momento pensé en eso!- se defendió dejando el pomo de medicina en una mesita – ¡No me siento atraído por ti!- mintió. Claro que le gustaba el sireno, pero no de la manera en la que lo planteaba… le gustaba en serio. Algo le había revoloteado cerca al corazón cuando lo vio por primera vez –Deja de decir tonterías y mejor dime tu nombre- decidió cambiar de tema para poder detener los tamborileos en su pecho.

-No te importa, además vas a devolverme al mar ahora mismo. ¿De qué te serviría saber mi nombre?-

-…Si no me lo dices no planeo moverte de aquí- sonrió sentándose al lado de la bañera una vez más.

-¡Estás aprovechándote de mí!- se quejó el peliazul, enojado y asustado en cierta medida.

-…No pienso hacerte daño… de hecho, al haber oído los rumores de que había una sirena deambulando por nuestros mares me asusté; no quería que la maltrataran ni la atraparan… ha sido una suerte haberte encontrado- explicó apoyando su rostro sobre la losa de la tina.

El corazón del sireno se había disparado hasta el cielo, ese humano le encantaba; su mirada profunda, la fuerza de sus brazos al cargarlo, esa sonrisa plasmada en su rostro. Y lo tenía allí mismo, a escasos centímetros. 

Un amor imposible.

Continuará...

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