(FIC) ESTOCOLMO *Capítulo 3*

Domingo de ESTOCOLMO~
Esperamos les guste esta actu ;D
Quierannos mucho mucho, si? ♥♥
Fabi dice que Chun es un babosho~ Ustedes que opinan?




Capítulo 3:

El sol se había asomado a tempranas horas, colando sus rayos por esas ventanas apenas cubiertas por unas cortinas ligeras.

El pelinegro se paseaba por la cabaña, caminaba de un lado a otro sin un rumbo específico, y no era la primera vez que lo hacía. Aquel ‘ritual’ solía darse todas las mañanas; se dedicaba a pensar en lo que debía y no debía hacer, en lo que tenía y en lo que no quería hacer, pensaba en cada uno de los detalles de su existencia en aquel remoto lugar alejado de la fastidiosa ciudad.

Pero hoy era diferente, hoy solo podía pensar en aquellos sollozos que escaparon de la habitación contigua durante la mayor parte de la noche. Recordaba vívidamente los roces confiados que compartieron el día anterior y se pateaba mentalmente por hacerlo y reaccionar favorablemente a ello.

Entró a la habitación de su rehén, encontrándole dormido plácidamente sobre el colchón. Su mirada vagó severos minutos sobre aquel indefenso cuerpo, e involuntariamente se arrodilló al lado de la cabecera, paseando sus dedos sobre los pelirrojos cabellos para buscar el nudo que ata la venda alrededor de sus ojos.

-Mmhg~- un quejido entre sueños de parte del menor le hizo respingar, quedándose estático mientras Junsu se acomodaba sobre la cama aún dormido.

Desató la venda rápidamente, quitándosela para descubrir aquellos parpados cerrados, escondiendo la hinchazón de sus ojos por haber llorado toda la noche. Acomodó algunos mechones rebeldes que caían sobre su frente y volvió a salir de la habitación.

Soltó su cabello negro, dejándolo caer desordenado, apenas lo acomodó con una de sus manos y se apoyó de brazos cruzados en el marco de la puerta del menor, decidido a esperar pacientemente hasta que despierte.

La ausencia de la oscura tela sobre sus ojos le indicó un cambio, cambio que en una situación como esa, podría salvarle la vida.

No fue hasta unos minutos después que lo comprendió, ya no traía la venda sobre sus ojos. Esperó sentir adrenalina, ansiedad, desesperación o cualquier sensación que le impulsara a buscar una salida, pero muy al contrario solo atino a abrir los ojos lentamente y empezar a analizar el lugar.

Era una habitación sencilla. Él se encontraba en una pequeña cama de madera que hacia juego con la mesita de noche contigua; en el lado izquierdo pudo divisar un rústico escritorio con algunos libros encima, ropa apilada en una esquina del lugar, más libros esparcidos en el suelo...desordenado pero inesperadamente limpio.

Lo que más le llamó la atención fue un espejo roto se apoyaba en una de las paredes reflejando la luz que entraba por la pequeña ventana situada sobre su cabeza, ventana que podría significar su libertad.

Extrañamente no se sentía con la necesidad de buscar una salida, quizá agotó sus fuerzas llorando toda la noche, o quizá lo que buscaba era una explicación.

¿Quién era esa persona? ¿Lo secuestraba, respondía sus besos, lo amenazaba y ahora lo dejaba ir?

Tenía razón, su captor no representaba una amenaza después de todo...

Lentamente bajo de la cama y se dirigió a la puerta más próxima de las dos que había en el lugar. Era el baño. Normal, limpio.

La única puerta que faltaba debía ser la salida, respiró hondo y trato de enfocar sus pensamientos en que si, quien sea que fuera que lo tuviera ahí, no lo había atado cuando pudo, significaba que podía marcharse.

Giró despacio la perilla de la puerta y empujó. Algo lo detuvo, unos cabellos azabaches se asomaron, era él.

-Ni siquiera te molestes en pensar sobre como escapar, porque podría ser la peor decisión que tomes- habló seriamente, abriendo la puerta, observando como el pelirrojo retrocedía instintivamente –No creas que te he quitado la venda de los ojos porque ‘soy bueno’ y dejaré que te vayas- se burló de los pensamientos infantiles que pudieron haber cruzado la mente del menor.

Ingreso a la habitación, cerrando la puerta tras de sí para apoyarse en ella con ambas manos en los bolsillos del pantalón. Encontrándose con la mirada desafiante del pelirrojo.

-Aunque ni yo mismo lo entienda, no he pensado en eso - Sinceró. Se detuvo a observarlo, ¡realmente era él! le estaba mostrando su rostro...¡¡el tipo estaba completamente loco!!

-Entonces que planeabas hacer afuera, ¿eh? El baño está allá. Y puedes ir acostumbrándote a este cuarto porque mientras te sigas portando mal, no llamaré a pedir tu rescate- amenazó sin alzar la voz, cruzándose de brazos.

Un metro ochenta. Piernas largas, brazos trabajados, cuerpo atlético. Cabello ondulado azabache hasta el cuello. Ojos... ¿son negros? no, no existen los ojos negros, ¿tal vez cafés?

El pelirrojo se había quedado absorto analizando cada parte del apuesto joven que tenía enfrente. ¿Apuesto? sí, Junsu no podía dejar de incluir ese adjetivo en cada frase que se formaba en su cabeza.

-Eres tan extraño...- Susurró aun abstraído en la imagen del más alto.

-¿Extraño?- rió por lo bajo, habiéndose dejado examinar por esos ojos curiosos –No tengo 3 ojos o 6 brazos- ironizó divertido ante los gestos del menor –explícate mejor…- dijo acomodando algunos cabellos que le caían sobre los ojos, para luego volver a su posición inicial, cruzado de brazos. Y sabe dios hasta que hora planeaba quedarse allí y así.

-Eres tan atractivo...- Dejó salir sin más. Al percatarse de su error carraspeó nervioso, logrando formar una sonrisa en los labios del mayor -No me malinterpretes- Corrigió -Fácilmente podrías trabajar de modelo o en el peor de los casos ser el amante de una viuda adinerada... ¿por qué haces esto? Con tu físico, dinero sería lo que más fácil obtendrías-

-No tengo tiempo para esperar a que llegue fin de mes y reciba mi paga, tampoco lo tengo para esperar a que la viuda decida darme su dinero… Y no planeo ‘venderme’ tampoco. Pero creo que lo que te digo no importa mucho después de lo que acabo de escuchar, entonces, ¿dices que soy atractivo? ¿Qué tanto?- pregunta con una sonrisa maliciosa, y es que no puede evitarlo. Provocar al pelirrojo es demasiado divertido.

-¡¿Qu-qué?! ¡Tsk! descarado...-no puede evitar sentirse incomodo ante la desfachatez del pelinegro, así como no puede ocultar el sonrojo que se instala en sus mejillas -He visto tu rostro, ¿ahora qué? ¿Una vez que tengas el dinero del rescate me matarás? -Intenta cambiar de tema aunque no haya escogido la mejor salida.

-Mmm… No había pensado en matarte…- habla y vuelve su peso a sus pies, caminando unos cuantos pasos más cerca al pelirrojo para luego seguir su camino alrededor de el, como hiciera la noche anterior cuando el menor estaba atado a la silla –Me causan gracia las ideas que rondan tu bizarra cabecita~- canturrea en una risa ligera, deteniéndose para mirar a Junsu de pies a cabeza – ¿A quién debería llamar por tu rescate? ¿A tus padres o a tu novio?- se pregunta en voz alta, sin despegar la mirada del cuerpo ajeno, esbozando una tenue sonrisa cuando se topa con esa pronunciada retaguardia que es imposible pasar desapercibida.

-N-no sé qué clase de enfermo seas ni todo lo que hayas averiguado de mi, pero no metas en esto a terceros -Se percata de la "sutil" mirada del azabache y gira con él, intentando no darle la espalda -Si eres bueno en lo que haces tendrás en número de mis padres, llámalos...-Resignado agacha la cabeza. Lo sabe, quizá a su madre le dé un ataque de nervios y su padre lo mande a buscar por cielo y tierra y pida la cabeza de su captor, pero eso ya no está en sus manos, solo espera salir vivo.

-Oh, pero claro que soy bueno en lo que hago. Además de tener el número de tus padres, tengo el de tu hermano, el de tu novio y el de la empresa de tu novio también. Uno nunca sabe, siempre deben haber más números porsiacaso- explica y le guiña el ojo despreocupadamente luego de la última línea –Quizás llame, quizás no, quien sabe~ No esperes que te cuente todo mi plan- ríe y vuelve hacia la puerta, abriéndola para poder salir. Dudando unos segundos, intentando de reprimir ese impulso de ‘bondad’ que le asalta diciéndole que le dé algo de desayuno al pelirrojo.

Lo ve aproximarse a la puerta y siente como al fin se inyecta de un poco de adrenalina a su adormecido cuerpo

-¡Espera! ¿Me dejarás solo? ¿A-así? podría trepar e intentar salir por aquella ventana o...-Trata de explicarse inútilmente, los nervios han vuelto a él y es que no quiere quedarse solo, no cuando es claustrofóbico y siente que a cada paso que el pelinegro da alejándose esas paredes comprimen el espacio.

-¿Qué quieres que haga? ¿Qué te diga ‘siéntete como en casa’ y te deje vagar por aquí solo porque si? Ok, intenta salir por la ventana, pero ten cuidado de caer sobre las plantas espinosas que están abajo, te harán más daño del que yo pueda hacerte de todas formas- habla apenas mirándole de reojo –si te quedas allí puede que te traiga algo de desayunar-

-¡Soy claustrofóbico! -logra decir antes de que el más alto cierre la puerta -¡Po-por favor! haré lo que quieras, ya acordamos algo ¿verdad? ¡¿Pedirás el rescate, cierto?! No intentaré huir...so-solo déjame acompañarte, puedes apuntarme con una pistola y dispararme si intento algo...por favor -Le pide suplicante con las lágrimas asomándose en sus ojos

-Claustro… ¡pff!- suelta una carcajada y vuelve a abrir la puerta –Me sorprendes con cada cosa… Asma y claustrofobia, ¿algo más que deba saber?- pregunta y sigue su camino, haciéndole apenas un ademán al menor para que le siga fuera de la habitación –Tu has dicho que puedo dispararte si intentas algo, así que ya estas advertido. Vamos a desayunar- indicó y entró a la cocina, señalando con el dedo una de las sillas alrededor de la pequeña mesa cuadrada que hay en el centro.

-Gr-gracias....realmente te lo agradezco -Le mira directamente a los ojos, quiere que le crea, que sepa que es sincero -Si, tienes razón, digamos que soy un chiquillo hipocondriaco- toma asiento en la modesta mesa y procura mantenerse lo más quieto posible -Esto es ridículo- lo observa desplazarse por la cocina buscando los alimentos que consumirán -pero te lo agradezco...No sé cuáles sean tus motivos ni para que necesites el dinero pero...no creo que seas un psicópata- sonríe lindamente sintiéndose un tanto aliviado.

Está mal, está siendo demasiado permisivo, y no es buen momento para sentirse atraído por esa brillante y ‘linda’ sonrisa que se ha curvado sobre esos labios que, para rematar, ya se sabe de memoria luego de los besos de anoche.

-No soy un psicópata…- balbucea apenas, distrayéndose en preparar algunas tostadas –pero de todas maneras no me subestimes-

Se sienta a su lado y coloca el plato con pan al centro de la mesa, indicándole con la mano para que se sirva a su gusto.

Es irreal el momento, ¿su secuestrador haciendo el desayuno? ¿Ambos sentados a la mesa compartiendo alimentos como una pareja de recién casados? Increíblemente no le desagrada la sensación.

-Ayer me quedó claro, no lo haré -Espera a que el mayor tome la primera tostada para coger una, la lleva a su boca y da el primer mordisco. El silencio se instala y lo único que se escucha es la crocante tostada en boca de ambos -Están buenas -Habla el pelirrojo para romper el hielo -¿Debería preparar el almuerzo yo? -y ambos ríen ante la preposición, definitivamente es una de las escenas más bizarras que ambos hayan vivido.

*****

Las horas habían pasado más rápido que lo usual. ¿Habría sido gracias a ese pelirrojo que no había hecho más que seguirle de aquí para allá todo el día? Hablaban de nada y de todo a la vez, temas sin importancia que terminaban en una larga, amena e interminable conversación.

Junsu había insistido en cumplir su palabra y cocinar el almuerzo. Y él no habia podido negárselo después de descubrir el efecto que tenían esos tiernos pucheros en su persona. Estaba mal, si, lo sabía y se lo había repetido millones de veces.

Lograba ver al menor desde afuera de la casa a través de la ventana. Se veía tan concentrado en acomodar cada uno de los ingredientes que casi olvida por qué salió de la casa.

Recogió aquellas especias que suelen servirle para condimentar las comidas y volvió al interior de la cabaña. Quedándose de pie unos momentos para admirar al menor en su ‘ardua labor’ de cocinar… Ahora que lo pensaba, hacía ya demasiado tiempo que alguien cocinaba para él.

-¡¡Dios!! ¡Me asustaste! -pega un salto al girarse y encontrar al mayor de pie junto a la puerta de la cocina observándolo -¿Conseguiste lo que faltaba? -se acerca hacia él y toma de sus manos los ingredientes -¿Estás bien? -Le pregunta acercando su rostro para examinarlo- Tus mejillas se ven algo rosadas, ¿tendrás fiebre? -Tímidamente el menor lleva una de sus manos al rostro ajeno y con cuidado la posa sobre la frente.

Están muy cerca, ambos se miran y sostienen la mirada, ninguno la aparta, han encontrado extrañamente cómodo el verse reflejado en los ojos contrarios

-No, estás normal -Es el pelirrojo quien se separa y regresa a su puesto procurando no arruinar el almuerzo.

El pelinegro carraspea para esconder ese nerviosismo que le atacó unos segundos. ¿¡Pero qué diablos le pasaba!? ¿¿De cuándo acá se sonrojaba por mirar a alguien o se emocionaba con una sonrisa??

Esto iba de mal en peor. Y había que ponerle fin.

-Déjame cortar algunas verduras- habló mientras caminaba hacia el menor, poniéndose de pie a su lado para encargarse de picar los ingredientes restantes. Habiendo relegado aquel pensamiento que se le cruzó hace un segundo, al menos hasta después de almorzar.

-¿Sabes cocinar? eso no lo esperaba -sorprendido le pasa unas verduras para que le ayude con la ensalada -a parte de secuestrar jóvenes sexys y cocinar, ¿qué más sabes hacer? -Le alcanza un cuchillo mientras le sonríe abiertamente.

-Si no supiera cocinar no estaría vivo, he cocinado prácticamente toda mi vida- responde devolviéndole una pequeña sonrisa, comenzando a cortar los vegetales sobre la tabla de picar –Un momento… ¿¿Jóvenes sexys??- pregunta y se ríe –¿¿donde??- se burla y voltea mirando a su alrededor para fastidiar al pelirrojo –Yo no veo ninguno- suelta algunas carcajadas y haciéndose el desentendido sigue en lo suyo intentando no estallar en risas por ese gesto que se ha instalado en el rostro del menor.

-Soy sexy, lo sé -sonríe con autosuficiencia logrando sacar una carcajada al más alto -No quiero parecer presumido pero en la universidad traigo babeando a más de uno -es él esta vez quien hace resonar su peculiar risa -Además hoy en la mañana te vi mirándome...¡¡te gusta mi trasero!!-

Entre tantas risas divertidas, la acusación le toma por sorpresa y cuando se dispone a desmentirla, desvía la mirada de las verduras que va cortando y baja el cuchillo, deslizando casualmente la punta filosa sobre la yema de su dedo.

-¡Ouch!- reacciona al instante, soltando el utensilio para sujetar la herida con la mano contraria, sin poder evitar aquellas gotas rojas que resbalan hasta su palma.

-¡Dios! déjame ver -inmediatamente el pelirrojo sujeta su mano y al notar el rastro de sangre sin pensarlo dos veces lleva el dedo a su boca succionando levemente, recorre despacio la herida con su lengua y procura detener el fluido.

Su gentil gesto ha resultado por demás erótico. La cara del mayor es un poema.

Y así de sencillo fue mandar absolutamente todos sus principios y toda su moral a la mismísima mierda. Empotró a Junsu contra el mueble de la cocina e intercambió su dedo por su boca, compartiendo el sabor cromado de su sangre en un beso húmedo, desesperado y cargado de la más pura lujuria. Sus manos fueron a parar a la cintura del menor, apresándole contra su pecho mientras siente como su cuerpo se estremece, acepta y devuelve con fervor cada una de las atenciones.

Lo que empezó como un gesto amable de su parte se había convertido en una excitante escena.

En lugar de un dedo herido, ahora tenía una lengua caliente recorriendo su boca.

¿Estaba mal? ¡Claro que lo estaba! ¿Pero como pensar en eso cuando un par de manos apresan su cintura y juegan a recorrer su trasero?

¿Quién era este sujeto que solo con un beso le hacía casi perder de foco el mundo?

Junsu aun permanecía anclado a tierra por los sonidos de las ollas que pedían ser apagadas, tenía que separarse o el almuerzo estaría arruinado en minutos...No, no podía, ¡al carajo el almuerzo! él se comería el cuerpo caliente que le tienta a seguir.

Fue como si encendieran la llama que permanecía apagada dentro de él, quizá los días de abstinencia con su novio empeoraron la situación pero ahora el pelirrojo no perdería la oportunidad de apagar su propio incendio.

Entre besos y mordidas logró ponerse de pie seguido de un hambriento pelinegro, lo guió hasta la mesa y se separó de su boca un instante para arrojar al piso todo lo que se encontrara encima de ella.

Empujó al mayor y lo dejó recostado, subió rápidamente hasta quedar a horcajadas y siguió con su tarea de devorar los labios ajenos pero ahora acompañado de un descarado movimiento de caderas que solo invitaba a dar un paseo a la poca cordura que les quedaba.

¿En qué momento Junsu había terminado encima de él? ¿¡Y sobre la mesa!? ¿¿¡QUE DEMONIOS ESTABA PASANDO!?? ¿Y por qué su estúpida moral insistía en volver a sus sentidos cuando la cadera del pelirrojo se frotaba deliciosamente contra la suya?

Sus labios respondían al fogoso beso, sus manos recorrían la espalda pero preferían jugar sobre la suavidad de aquel redondo trasero, todos sus sentidos morían y se desvivían por unos minutos, o quizás horas, de pasión con aquel cuerpo que se le entregaba tan abiertamente.

Pero no. Un rotundo ‘NO’ escrito en negrita y con mayúsculas se repetía a gritos una y otra vez en su subconsciente.

-Basta- alcanzó a murmurar aún contra los labios del pelirrojo, intentando apartarle despacio con las manos sobre sus hombros, más no hubo respuesta alguna. La boca de Junsu decidió entonces pasearse por su cuello, dejándole los labios libres para poder hablar con mayor claridad – ¡Ngh!- jadeó involuntariamente cuando la rugosa lengua delineó su manzana de Adán –¡Basta!- repitió esta vez, poniendo más fuerza en sus manos –¡¡DETENTE YA!!- casi gritó, separando totalmente al pelirrojo, dejándolo sentado sobre su cadera –Bájate… bájate y ve a la habitación. ¡VETE!-

-Fuiste tú quien me besó -atina a responder el ojos avellana -No sé por qué pasó esto pero es claro que ambos los disfrutábamos -Obedece y rápidamente se baja de su regazo -No te entiendo, pero a lo que estés jugando...para ya -da media vuelta y empieza a caminar hacia la habitación mientras acomoda su ropa y ordena su cabello.

-Quizás yo te besé, ¡pero tú te trepaste encima de mí! ¡Tener sexo es muy diferente a besarse! ¿Y me dices a mí que pare de jugar? Ayer mientras nos besábamos no parabas de llamarme ‘Janko’, ¿y ahora? ¿Con quién se supone que creías que ibas a revolcarte? Porque parece que no pensabas en tu novio- espetó con cólera, pensando que quizás incluso aquello podría sonar a celos dentro de sus propios pensamientos.

-Janko...-Murmura y la realidad le golpea en el rostro. Ha estado a punto de acostarse con un completo desconocido ¡y fue él quien tuvo que gritarle que se detenga!

Se sentía culpable y sucio; sin embargo, no por eso iba a permitir ser tratado como cualquier cosa por quién originó todo esto.

-Si, soy un estúpido...no sé cómo pude estar a punto de entregarme a ti, un don nadie cuando en casa tengo a un hombre estupendo esperando por mí, una persona que es más que seguro está haciendo hasta lo imposible por encontrarme. Alguien a quien ni en sueños podrías compararte, a quien no le llegas ni a los talones...-Y sin más siguió su camino hacia esas cuatro paredes que tanto miedo le dan pero que sin duda, asustan menos que ese extraño sentimiento que lo embarga cuando tiene al pelinegro al frente.

La mesa tuvo que sufrir el golpe que lanzó el mayor. Aquel comentario le había dejado peor que fiera enjaulada. Y no, no planeaba quedarse parado allí sin hacer nada.

El raciocinio que había vuelto a sus sentidos hace rato le obligó a apagar las hornillas sobre las que estaban acomodadas las ollas calientes antes de salir de la cocina.

Sacó un juego de llaves de su bolsillo y abrió la puerta de un pequeño cuarto en el que tenía las pertenencias del menor; sacó el teléfono celular y con una sonrisa maliciosa en el rostro caminó hasta la puerta abierta de la habitación de su rehén.

-Veamos que tal reacciona tu jodido ‘Janko’- se burló entre dientes, marcando al número que está guardado en el registro de llamadas.

Una voz gruesa contesta rápido al otro lado de la línea, y busca con su mirada esas orbes color caramelo que le miran asustado.

-Tengo secuestrado a Kim Junsu y me darán 2 millones de dólares si quieren que se los devuelva con vida-



Continuará…

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