(FIC) ESTOCOLMO *Capítulo 2*

Actualización! ;D Hoy Fabi tendrá la intro para ella solita♥ Quieranla mucho mucho tanto como lo hago yo~ Es una personita muy muy hermosa y creativa :3 De no ser por ella, ESTOCOLMO jamás hubiera tenido ni pies ni cabeza, además de que a mi jamás se me hubiera ocurrido xD -Te quiero mi Fabi Bonita ♥-

***
Hola chicas! Soy Fabi, espero que todas estén muy bien :)
Antes que nada déjenme contarles que esta es la primera vez que publico un fanfic y que no puedo estar más agredecida de que sea al lado de una chica tan talentosa como Axy ♥ *la apapacha y le da besitos*
Esto definitivamente es una experiencia sorprendente y estoy muy contenta de poder compartirla con todas ustedes.
Quiero agradecer a las personas que se toman el tiempito de dejar algún comentario...leo todos y me emociono con cada uno *w* , realmente muchas gracias, creo q esa es la principal motivación de una autora.
Soy una fiel lectora como muchas de ustedes y las comprendo a la perfección es por eso y otras cosillas que Axy y yo hemos decidido publicar un capítulo por semana, asi que tendrán actu todos los domingos :D
No duden en hacernos llegar cualquier sugerencia ^^
Ah cierto! disculpen las fallas que puedan encontrar, Axy trabaja mucho en eso pero soy principiante, así que ténganme paciencia por favor~
Síganle dando mucho amor a nuestro pequeño bb :3
Y de nuevo...Axy, eres genial, no podría haber encontrado una mejor persona para iniciar esta etapa, te quiero ♥



Capítulo 2:


Se aseguró una vez más de haber amarrado con firmeza aquellas cuerdas que ahora apresaban el cuerpo del indefenso pelirrojo contra la silla. Ya había curado las heridas en su rostro y también se había encargado de cubrirle los ojos con una gruesa tela negra para hacerle imposible la visión.

La espera se volvía tortuosa; el menor llevaba inconsciente más tiempo de lo planeado y lo que menos quería era ser calificado de asesino por culpa de unos golpes que el no dio.

Miró de reojo el reloj de pared, antes de oír un leve quejido que le obligo a voltear de súbito. Los labios rosados del pelirrojo se fruncieron curiosamente en una mueca mezcla de dolor y miedo. Las pesadas respiraciones se volvían más veloces y subieron de tono después de un ligero forcejeo con las cuerdas que le tenían amarrado.

Podía escuchar su propia respiración agitada y se maldecía mentalmente por no ser capaz de controlarla, por ser incapaz de evitar el sudor frío que empezaba a recorrerle cuerpo, por no poder frenar el miedo que le recorre las piernas, sube por su espina dorsal y se acentúa en su corazón; por ser incapaz de verse tan asustado.

¿Pero qué más podía hacer si se sabía completamente a la merced de quien lo tenía cautivo? Esto se había convertido en un juego en el que no tenía ninguna posibilidad de ganar y en el que se veía obligado a participar.

En medio de respiraciones agitadas, sudor, temblores y la oscuridad que sentía poco a poco lo asfixiaba, pudo percibir una presencia en la habitación.

-¡¿Quién está ahí?! -su voz sonó ronca y desesperada, evidenciando su incontrolable nerviosismo.

No pudo evitar reír con sorna. ¿Cómo hacían estos millonarios para fingir que son de piedra e inquebrantables cuando se ven así de ridículos y aterrorizados al estar indefensos? Seguro era efecto del dinero, mientras más lejos de él, más vulnerables se vuelven.

Acomodó una polera alrededor de su cuello, logrando taparse la boca para que su voz saliera distorsionada.

-Nadie que conozcas- responde apenas, acercándose de a pocos, haciendo sonar sus pasos en el suelo intencionadamente – ¿Tu familia notará que no llegarás a casa?- pregunta y ríe cuando un espasmo nervioso sacude el cuerpo de su rehén –Si me das lo que quiero pensaré seriamente en hacerte o no hacerte daño- habla mientras camina en círculos alrededor de la silla.

Se pone de cuclillas frente al pelirrojo, le observa apretar los labios con fuerza, ve como su piel se eriza y tiembla despacio.

-Mira que podría estar haciéndote un favor… ¿Qué tal si no era yo? Con lo lindo que eres podrían haberte puesto en una situación peor- se burla y poniéndose de pie, vuelve a su lugar inicial, sentado en la cama frente a su ‘presa’.

-N-no, no sé de qué hablas... ¡¿por qué haces esto?! - Le reclama eufórico y su corazón se acelera un tanto más al sentir su cercanía.

-¡¿Es por dinero cierto?! ¡¿Es eso?! - Le reclama enfadado y aunque sabe que no está en posición de verse inconforme, su carácter le obliga a mostrarse fastidiado.

-Dinero, dinero… es en lo único que piensan- gruñe entredientes, antes de detenerse a presionar el puente de su nariz entre el pulgar y el índice… necesita seguir su plan con calma y paciencia –Tienen tanto para despilfarrar… no creo que 2 millones de dólares sea una pérdida muy fuerte, o si?- pregunta y se atreve a rozar sus dedos en esos reflejos que se forman en el cabello pelirrojo por culpa de la blanca luz de la luna llena que se cuela en la oscura habitación.

-¿Q-qué es-estás haciendo? -Siente esos dedos rozar sus cabellos con infinita delicadeza y el terror lo invade esperando una bofetada o un puñete. Lo ha visto en películas, sabe que esos sutiles roces solo son antecedentes a golpes e insultos.

-¿A qué te refieres? Lo estás aceptando, es por dinero -Se concentra en los sonidos que le llegan y trata de adivinar los movimientos de su captor -Puedo distinguir la voz de un hombre joven, ¿cuántos años tienes? 26, 28? -desde pequeño su pasión por la música le había permitido desarrollar una impresionante agudeza auditiva, era su "sexto sentido" como lo llamaban infantilmente sus compañeros del conservatorio. -Eres joven, ¡diablos! ¡¿Por qué no consigues un empleo?! ¿Crees que el dinero nos cae del cielo? ¡¿Eh?! Todo lo que tiene mi familia ha sido gracias a su constante esfuerzo y sacrificio... Ah! Claro. Tú no conoces el significado de esas palabras...-Lo reta y sabe que está cometiendo quizá el peor de los errores debido a su posición, pero Junsu no puede con tanta desfachatez, simplemente no lo soporta.

-Deberías cuidar las palabras que salen de tu boca- amenaza, pero no alza el tono de su voz, al contrario, la mantiene lo más calmada posible; porque no es la primera vez que le dicen eso.

Acomoda la tela que le cubre la boca e incluso la ajusta otro poco, las habilidades del muchacho para casi haberle reconocido la edad por el sonido de su voz le hicieron recordar que hace varias horas, le había hablado con su voz real con toda la naturalidad del mundo. Y si descubría eso los problemas serían mayores.

-El esfuerzo de tus padres, eh? Claro, ellos te han criado con el dinero que se han ganado. Pero, ¿tienes idea de lo que es criarte tu solo y tener que ganar el dinero para mantener a tus padres? ¿Mm? Imagínalo, un niño de 7 o quizás 8 años cargando la responsabilidad como padre y cabeza familiar- habla aún cerca del menor, jugando ahora con los extremos de las cuerdas que lo atan.

-En los peores momentos es cuando se aprende a valorar el esfuerzo. Ese niño debería saberlo mejor que nadie -se empeña por controlar los espasmos que amenazan su cuerpo -De cualquier forma te daré lo que pides. Hagamos esto rápido. Me sueltas, te doy el dinero y olvidamos lo que paso, ¿de acuerdo? -Siente movimiento en las cuerdas que lo mantienen sujeto y esboza una ligera sonrisa esperanzado en que sus palabras han surtido efecto- ¡E-eso!...por favor desátalas, las tengo entumecidas- mueve sutilmente sus manos rozando aquellos dedos que se pasean indecisos por las cuerdas.

-Hey, hey. Cálmate- sonríe ante la inocencia del pelirrojo y sujeta una de las manos entre la suya – ¿Crees que es así de sencillo? No traes 2 millones en la billetera…- ríe y siente bajo su tacto como los músculos del menor vuelven a tensarse -¿de dónde planeabas sacarlos para ‘dármelos’ y ‘olvidar todo’? Ni con todas las pertenencias que te he quitado se suma el número que quiero- explica y le suelta para ponerse de pie al frente y observarle el rostro.

Le sujeta el mentón con cuidado, sintiendo la suavidad de su piel bajo las yemas de sus dedos, intenta alzarle el rostro despacio, pero el menor pone fuerza para impedirlo. No insiste y le suelta, recupera aquella postura con las manos en los bolsillos y vuelve a caminar en círculos.

-Deberíamos pedir un rescate. ¿Te gusta la idea?-

"Rescate" es solo cuando escucha esa palabra que puede recordarlo todo.

Sus padres, la cena... Janko.

-Oh Dios...-murmura y consigue centrar en él la atención del pelinegro -Esto no está bien...P-por favor, necesito salir de aquí. No, es-esto no...me esperan. Se lo prometí, no empezaríamos a cenar sin él. Yo...lo pr-prometí -Los recuerdos lo invaden, las emociones lo azotan y de pronto es un manojo de nervios que no puede controlar su respiración. Lo necesita. ¿A dónde demonios habrá ido a parar su inhalador? Ni siquiera sabe si luego del accidente permanece en algún lugar del auto, solo sabe que lo necesita ¡y ya!

Las inhalaciones del pelirrojo se hacen cada vez más largas, acompañadas por sonidos ahogados, ¿le estaba dando un ataque o algo? Se quedó mirándole unos segundos… cabía la posibilidad de que estuviera fingiendo.

-H-hey…- lo llamó, acercándose al notar cómo se iba poniendo pálido y no dejaba de temblar – ¿¡Tienes asma!?- preguntó casi en un grito luego de atar unos cuantos cabos sueltos en su mente –Basta, ¡deja de hacer eso!- comenzó a hablar para evitar que el menor siguiera intentando llenar sus pulmones – ¡cálmate!- indicó varias veces mientras sus dedos se deshacían de la cuerda que lo amarraba a la silla.

Apenas le soltó, el pelirrojo cayó de rodillas al suelo. El mayor le obligó a darse vuelta y sujetándole la cabeza con ambas manos, se preocupó más en recostarlo boca arriba, para luego apoyar la cabeza del menor sobre sus piernas flexionadas, procurando mantenerla en alto.

-Respira despacio, despacio, no te ahogues- hablaba casi asustado, con una de sus manos en los cabellos pelirrojos y la otra entrelazada a los dedos del menor –Estas bien, estas bien no va a pasar nada- casi le arrulla, acercándose un poco más para sostenerlo bien.

Sentía que el oxígeno que llegaba a sus pulmones no era el suficiente y aquello lo estaba desesperando. ¿Hace cuánto que no tenía un ataque? No podía recordarlo con claridad, tenía vagos recuerdos de un partido de futbol en los primeros años de la secundaria: Él iba de un lado a otro de la cancha liderando al equipo, cuando faltaban apenas unos minutos logró anotar el gol del triunfo pero su agotado cuerpo y la emoción del momento fueron la combinación ideal para doblegarlo sobre el gras de la cancha en busca de aire.

Y entonces ahí estaba él, Janko lo tenía entre sus brazos procurando darle el espacio suficiente para respirar, le susurraba al oído que todo estaba bien, que él lo cuidaría y no dejaría que nada le suceda.

-Jan-Janko...no...-La mano que sujetaba la suya lo anclaba a la realidad y las piernas en las que reposaba su cabeza le brindaban confort. Una sensación muy conocida...-P-por favor...- Logra pronunciar y con dificultad se arrastra hasta el cuerpo próximo, busca más de esa sensación, busca sentir que las cosas va a estar bien -Por favor...- Como puede se abraza a ese torso y esconde el rostro en el cuello de quien ahora lo sujeta despacio por la cintura.

El repentino acercamiento le toma por sorpresa, pero no puede rechazar aquel abrazo necesitado. Se quita la polera que trae enrollada sobre la boca y le da espacio al pelirrojo para que se sujete como mejor le acomode.

-Despacio…- murmura cerca al oído del menor, y casi por inercia imita las respiraciones, haciéndolas un poco más ruidosas y exageradas para que el pelirrojo siga su compás –Estas bien… ya está pasando- habla casi en susurros, habiendo anclado sus brazos en torno a esa delgada cintura.

Su cabeza ha terminado agachada, casi acunando la ajena; su mirada divaga por las porciones de piel descubierta en aquel pálido rostro. La tela oscura aún le cubre los ojos y le prohíbe terminantemente cualquier clase de contacto visual. Sus dedos limpian esas gotas de sudor frio que se formaron en su frente y cuando el menor suspira es que cae en cuenta de la cercanía de sus rostros.

Los labios rosados se entreabren despacio, siente la respiración ahora acompasada sobre los propios. Su mirada oscura de posa sobre la boca del pelirrojo, comparten el aliento y están a pocos centímetros de rozarse.

No sabe si es por el ataque que acaba de sufrir o si es por la fiebre que se empieza a manifestar en su cuerpo pero cree que ya no puede distinguir entre sus recuerdos y la realidad.

Junsu se siente totalmente hipnotizado por el aroma que desprende el ser que lo tiene sujeto de la cintura y brinda su pecho para que encuentre la estabilidad que creyó perder hace instantes.

Su respiración empieza a normalizarse y sabe que es hora de acabar con esa sensación de calidez. Pero él no quiere, se niega y es cuando lentamente empieza a recorrer el firme torso que roza el suyo, con sus manos delinea los pectorales y se da cuenta que la venda que cubre sus ojos solo intensifica su sentido del tacto.

Siente al mayor estremecerse ante las caricias y solo puede pensar en lo gratificante que es ser el causante de esa reacción.

Sube un poco más, rodea el cuello que encuentra en su camino y no duda en acortar otro tanto la distancia.

Su cuerpo febril ya no le pertenece, solo sabe que necesita más de esa sensación. Una de sus manos se va retirando lentamente tanteando el rostro ajeno hasta llegar a los labios, esos labios que separados cogen aire nerviosos, esos labios que parecen invitarle a probarlos.

-Janko...-Es lo único que puede pronunciar antes de unir sus bocas en un primer beso que le sabe distinto a lo que recuerda, pero que no puede detener.

El contacto sobre sus labios le nubla los sentidos. El calor que emana de la boca del menor le hace saber que por lo menor debe estar en 38 de fiebre y quizás no sepa lo que hace. Pero qué hacer cuando aquellos labios saben tan dulce que quizás podrían ser una droga jamás descubierta.

-Es-espera- balbucea entre roces confiados de parte del pelirrojo, sin lograr detenerlo. La boca de Junsu se apodera de la suya con ganas, succiona sus gruesos labios entre los propios y amenaza con quitarle lo que le queda de cordura.

Esto está mal… jamás pensó en llegar a hacer algo como esto; sobretodo y su rehén no tiene consciencia de la realidad y piensa que él es otro hombre.

Las manos del menor vuelven a recorrer su pecho, le estremecen nuevamente, le hacen sentir ese cosquilleo particular que se convierte en corrientes eléctricas en su vientre. Devuelve el beso con creces, busca mayor contacto dentro de esa boca adictiva y explora con su lengua hasta el más profundo recoveco de esa húmeda cavidad.

Las caricias furtivas son entregadas y respondidas, sus labios permaneces pegados y han terminado acomodados sobre el suelo, el mayor encima del pelirrojo. Un gemido ahogado escapa de la garganta del menor y es entonces que los sentidos vuelven a su mente nublada por la excitación.

Junsu piensa que él es su novio… está mal, todo esto está mal. ‘Violarlo’ no estaba dentro de los planes. Y tampoco iba a estarlo.

El calor que desprendía el cuerpo ajeno le hacía sentir realmente bien, los roces ahora eran compartidos y los besos mutuos.

Desde un remoto lugar en su cabeza una voz le grita que las cosas están mal, que lo labios que humedecen los suyos no son tan conocidos como cree, que el aroma de los cabellos que se enredan en sus dedos no es tan familiar.

Junsu lo sabe, pero ya nada importa. ¿Cómo prestarle atención a eso e ignorar las miles de mariposas que revolotean en su estomago? Mariposas que creía extintas por la monotonía y la rutina.

Realmente poco interesa quién lo está tocando, la venda en sus ojos le ayuda a mentirse. Él quiere creer que es aquel sujeto que conoce su cuerpo a la perfección, quien le ha amado infinitas veces, quien le espera en casa.

El peligroso juego le tienta a seguir...

Ha aceptado, la fiebre es su cómplice y la añoranza su aliada.

Hace semanas que necesita de éste tipo de contacto, hace semanas necesita ser acariciado, hace semanas necesita sentirse el mundo de alguien, sentirse amado.

Y de pronto se sabe recostado en el suelo, con un cuerpo sobre el suyo que se muestra impaciente en cada movimiento. Unas manos que a pesar de los temblores levantan su camiseta para perderse en su vientre y entregarle otro poco de calor, un par de piernas que piden permiso para separar las suyas y poder encajar sus cuerpos.

-Uhhmmm~ -es la segunda vez, pero no puede evitar gemir cuando fortuitamente el mayor fricciona una de sus rodillas en su entrepierna.

Es entonces cuando siente el cuerpo ajeno tensarse en su totalidad, una brisa fría le confirma la distancia que empieza a nacer entre ellos.

Se aleja con prisa antes de volver a caer en la tentación. Sus ojos negros siguen anclados en la figura del pelirrojo, se deleitan con esa porción de piel descubierta a la altura de su cintura y la pose en la que se encuentra no ayuda en nada a su autocontrol.

-No está bien- gruñe por lo bajo, cerrando los ojos con fuerza.

Sabe a la perfección que ha dado un mal paso, ha ‘metido la pata hasta el fondo’ y lo peor es que le ha gustado. Le han gustado esos labios dulces y esas manos sobre su nuca y su cabello; le ha gustado ser tocado por el pelirrojo…

El menor logra sentarse y estira las manos para buscarle a tientas, hasta toparse con uno de los amplios hombros del pelinegro.

-Basta- pide en un susurro ahogado, sujetando los brazos que insisten en anclarse a su cuello nuevamente –No soy quien tú crees- repite con los latidos de su corazón adolorido en el pecho, poniéndose de pie para jalar al pelirrojo de las manos y detenerlo junto a él.

-Quise creer lo contrario...pero lo sé -agacha su cabeza y logra disipar cualquier duda, quien tiene en frente jamás podría ser Janko.

¿Qué hizo? se siente estúpido, la cordura regresa y con ella la culpa que lo carcome.

-¿Se te pasó el asma?- pregunta sin querer darle más vueltas al tema anterior y lo dirige hasta sentarlo en la silla una vez más. El gesto pucheroso del menor le llama la atención, quizás es el sentimiento más inapropiado que puede tener en aquel instante, pero le causa demasiada ternura verle así. Deja unas cuantas caricias en los mechones pelirrojos y retrocede a sentarse en la cama sin atarle nuevamente –Solo… olvidemos lo de hace un momento- ofrece con la mirada perdida y una sonrisa melancólica plasmada en el rostro.

-Olvidarlo, eh? -sonríe irónico -Claro, sé mucho de eso - No puede evitar los recuerdos de las últimas semanas; un Janko que ya no le besa, que ya no lo toca, que son las justas y lo llama para saber si ha terminado algún trabajo de la universidad. Su corazón pesa un poco más -Gracias...estoy mejor. ¿Pu-puedo quitarme esto? -lleva sus manos a la venda que cubre sus ojos e intenta aflojarla.

-¡No!- casi salta fuera de su sitio y aferra sus manos a las ajenas, impidiéndole desatar la tela. Los músculos del menor se tensan y un escalofrío le hace temblar, llamando la atención del pelinegro –Estas bien, no pasa nada- dice casi por reflejo –no quise asustarte…- explica y le suelta mas muñecas despacio –No quiero volver a amarrarte porque no sé qué haré si te da un ataque otra vez… pero no descubras tus ojos-

-Está claro que todo esto se ha jodido. ¡Dios! nos hemos besado, hemos estado a punto de...-no quiere decirlo, pronunciarlo haría su traición más palpable - Que vea tu rostro no cambiará las cosas -nuevamente intenta aflojar la venda pero se detiene -Aguarda... ¿Qué clase de maleante eres? -sonríe con sorna logrando alterar al pelinegro -¿Es en serio? Ahora que lo pienso...eres patético -se suelta lentamente del agarre del más alto y como puede tantea las cosas a su alrededor encontrando algo blando que distingue como la cama -No importa ya. Anda, pide el dinero, estoy agotado...no puedo con esto -Se tira en la cama y estira su cuerpo, ha decidido seguir el juego -No me quitaré la venda pero es ridículo, aunque vea tu rostro ¿Qué harás?...eres inofensivo- Sonríe una vez más y se da el lujo de buscar una posición cómoda.

-¿Patético e inofensivo?- repite entredientes, observando incrédulo los movimientos confiados de Junsu. ¿Le estaba provocando acaso? ¿Qué quería? ¿Que lo golpeara? Tomó la silla de madera con una mano y la jaló con fuerza, estrellándola contra la pared detrás de él y cual fiera hambrienta, trepó sobre la cama, acorralando bajo su cuerpo al menor –Yo te tengo secuestrado, puedo hacer contigo lo que me venga en gana. No se llama ser inofensivo, se llama ‘tener piedad’- espeta contra el rostro del pelirrojo, enojado y fastidiado hasta las entrañas.

-L-lo que te venga en gana, eh? -Aunque haya querido evitarlo su voz evidenció su sorpresa ante la reacción del mayor -Hace unos momentos parecías tener muchas ganas y te detuviste -Le dice mientras voltea el rostro al sentir la cercanía, sabe que su cuerpo necesita renovadas caricias y no quiere caer nuevamente en tentación.

-No me provoques, Kim Junsu- amenaza y le siente temblar cuando pronuncia su nombre enfatizando cada sílaba – ¿Pensaste que no sabía tu nombre siquiera? Sé perfectamente quien eres, quien es tu familia e incluso sé quien es tu novio. Y puedo usar toda esa información a mi gusto e incluso en tu contra. Así que a partir de ahora piensa bien antes de hablar-

-¡¿Q-qu-qué?! -voltea rápidamente el rostro intentando encarar a quien ahora lo tiene sujeto de las muñecas por sobre la cabeza. El miedo ha azotado su cuerpo al escucharle decir su nombre, pero es cien veces peor escuchar de esa ronca voz que conoce a su familia, que sabe de Janko y que podrían estar en peligro -Haré lo que pidas. Fui estúpido, lo lamento -Lo sabe, tiene que tragarse el orgullo, posiblemente ahora la vida de quienes ama está en sus manos y cualquier mala decisión resultaría desastrosa.

El silencio por parte del mayor le desespera, la presión en sus muñecas aumenta y presiente que las situación se le va de las manos -¡Basta! si tengo que decir de rodillas que lo siento lo haré, ¡me estas lastimando! -Su cuerpo se sacude buscando aliviar el dolor pero solo consigue aumentar la presión, ahora también en sus miembros inferiores.

-Haces que me enoje más de lo que debería- gruñe y le suelta de mala gana, habiendo dejado apenas marcadas las muñecas del pelirrojo –Ni se te ocurra moverte de esta cama- habla dejando que el fastidio escape de sus labios y se baja del colchón –Hoy vamos a preocupar a tu familia… ya mañana pediré tu rescate- sonríe con malicia y abandona la habitación, cerrándola con llave.

Ha sido su culpa, ha conseguido hacerlo enfadar y no sabe las consecuencias que podría conllevar eso.

Trata de retener las lágrimas que se asoman por sus ojos pero es en vano, son rebeldes y humedecen la venda que los cubre.

Es inútil, ha cometido un grave error y se siente estúpido por haber subestimado a un delincuente... ¡¿En qué había estado pensando?! La verdad es que no lo hacía, quizá fue la fiebre, el miedo o esos hambrientos besos que lo trastocaron y aceleraron sus latidos, los que ahora le pasarían factura.



Continuará…

Dejar un comment no cuesta nada~~ ♥